Un nuevo concepto de festival ha nacido, muy distinto a lo que estamos acostumbrados y mucho más interesante. Más que “festival” al uso es un encuentro internacional artístico que pretendía reunir a la mayor cantidad de músicos, amantes de la música y del arte en general (ya que lo bueno del WIM es que no se reduce sólo a la música, sino que hay cabida para la danza, el cine, el teatro y el deporte en contacto con la naturaleza) de cualquier nacionalidad durante diez días en los que pudimos asistir a cursos, talleres, masterclasses, jam sessions y actividades varias, tanto programadas como improvisadas. Digamos que es una especie de “campamento” en el que puedes aprender y enseñar aquello que te gusta y se te da bien, unos días en los que poder hacer algo productivo durante el verano.
Frías (Burgos) ha sido la localización elegida para llevar a cabo su primera edición. Las actividades a desarrollar se realizaban en diferentes lugares del pueblo, como el castillo medieval del casco antiguo (construido en el S. III), la nave central del Convento de Santa María de Vadillo, la Iglesia de San Vicente Mártir o 10 aulas situadas en antiguas casas y villas reconstruidas. Había dos zonas de baño con aguas naturales, una zona de acampada a tan sólo 100 metros de la entrada al escenario principal (castillo) con baños y duchas, catering vegano, zona para caravanas y furgonetas, espacio seguro para guardar los instrumentos y, sobre todo, la naturaleza en estado puro de los Montes Obarenes y sus majestuosos saltos de agua junto al río Ebro. El plan ideal para convivir, descubrir y nunca olvidar.
No conocemos nada parecido en España donde, de manera colaborativa y gracias a un aprendizaje colectivo, pueda llevarse a cabo un intercambio productivo de ideas y proyectos entre artistas de diferentes nacionalidades. Tanto los asistentes como los propios oriundos del pueblo e incluso turistas que pasaban por allí han podido gozar de diez días intensos e intensivos en un ambiente maravilloso y un entorno espectacular. Diez días de libertad de expresión que perdurarán en la memoria hasta que volvamos el año que viene, ya que este año sólo hemos podido disfrutarlo durante tres días.
El WIM está pensado para que la música sea el lenguaje universal con el que poder crear una bolsa de trabajo intercultural para ayudar a la creación y difusión de nuevos proyectos apostando por un entorno rural para desarrollar todas las actividades que proponen. “El objetivo es producir un intercambio creativo de ideas aportando fuentes de conocimiento que difícilmente puedan encontrarse en el sistema educativo actual”. Para ello utilizan la música como instrumento de integración social para todo tipo de colectivos desfavorecidos. Ofrecieron becas a personas sin recursos para que pudieran formar parte del encuentro y también podían canjearse créditos universitarios. También participan en fines benéficos a través de ONGs (había también stands en el recinto) a las que han entregado el 97% de la recaudación y como proyecto personal pretenden ayudar a establecer en un futuro una escuela de música en la población de DJOUM (Camerún) para seguir utilizando la música como forma de desarrollo social. Desde luego, sólo hay buenos propósitos. Una lástima que el resto de festivales no se preocupen tanto por la música y las personas, y sí por llenarse los bolsillos. Y, cabe recordar que además de pensar en las personas (niños de todas las edades y vecinos del pueblo podían beneficiarse de muchas de las actividades que se hacían de forma gratuita), también podrías llevar a tu mascota. Algo que no mucha gente tiene en cuenta y que es de gran importancia.
Lugar: Frías (Burgos)
Fecha del evento: 25 de julio de 2014
Texto: zaioa