Tras cuatro ediciones, el festival donostiarra Kutxa Kultur logró en la jornada del sábado de su quinto año un lleno técnico del aforo del parque de atracciones en el que se celebra. Desde su primer año ha contado con señas de identidad muy reconocibles: un lugar peculiar de celebración, entre atracciones, con unas vistas espectaculares, y un programa artístico variado e interesante, con propuestas que completan un valor diferencial al resto de carteles que pueblan el verano. Un festival de tamaño mediano que ha mantenido durante un lustro las claves para convertirse en una cita imprescindible del público melómano. De modo que los fallos de organización de la presente edición y las quejas abundantes por parte de la asistencia, deben ser considerados para volver a la notable senda recorrida en el pasado.
Comenzando por las novedades anunciadas la semana previa a la celebración, a pesar de que el pago mediante la pulsera en el recinto funcionó correctamente, la negación de devolver el importe restante del mismo modo y en el mismo lugar donde se ha recargado y el cobro de un euro por una forma de pago impuesta, hace recordar que las personas asistentes a un festival no solo son público sino también consumidoras, y por tanto hay una serie de derechos que hay que cumplir. Ante la imposibilidad de celebrar las actuaciones planteadas en el nuevo Escenario Pato (finalmente utilizado para sesiones de DJ), las actuaciones allí programadas se trasladaron acertadamente a un escenario tradicional pero tal como estaban dispuestos éste, el denominado Kutxa Kultur y varias de las barras se formaban cuellos de botella que dificultaban e incluso por momentos impedían el tránsito. Además de mencionar los caminos que quedaban abiertos o cerrados sin criterio alguno.
El momento de mayor surrealismo fue la evacuación del público durante el concierto de Nuria Grahampara el paso de un autobús, con cara de sorpresa de los músicos y simbolizando una absoluta falta de respeto a la música en directo. Cabe destacar como puntos positivos el funcionamiento sobresaliente del transporte y el buen hacer general del personal empleado en el festival, pero hay bastantes datos para reflexionar sobre la organización de los elementos reseñados para que en una crónica solo aparezca lo fundamental: los conciertos.
(Nota: Mientras se redactaba y publicaba esta crónica se ha publicado un comunicado por parte de la organización dando cuenta de que han tomado nota de varias de las quejas).
Viernes 2 de septiembre.
Señores ofrecieron un set certero, adelantando varios temas que se incluirán en su segundo disco que aparecerá en otoño. Su power-pop sonó libre y directo, muy rodado, y temas como Verbena En la Plaza Del Pueblo o El Vendedor De Enciclopedias suenan ya a clásicos que enlazan Weezer con Teenage Fanclub. La dilatada y coherente carrera de L.A. se vio recompensada, siguen presentando con solvencia “From the city to the ocean side” (2015) y mantuvieron el pulso en las guitarras de querencia americana y rock contemporáneo. Los locales Luma hicieron un directo de los de apuntar su nombre y no perderse los próximos pasos del dúo. Ritmo y melodía abriendo nuevas vertientes de expresión musical. Las armonías de Local Natives consiguieron envolvernos con ese sonido perfecto y esas canciones preciosistas que llegaron con Airplanes a las cotas más altas.
El Escenario Teatro Abandonado es un grandísimo espacio para propuestas más arriesgadas en el que pudimos disfrutar de la experimentación pop de Aries o también el lugar de Borrokan al día siguiente. Es un total acierto para diversificar las apuestas y ofrecer ambientes diferentes.
Berri Txarrak protagonizaron la jornada, con méritos y honores, con altas expectativas y mejores resultados. Volvían a Donosti en la gira “Denbora da Poligrafo Bakarra” tras sus visitas de 2015 en las que consiguieron cuatro sold out consecutivos en sala y abarrotar Sagüés en la semana grande. Y una vez más, la noche fue suya, con una solidez absoluta en la que el metal, el hardcore y el rockpierden el sentido y se convierten en canciones llenas de emoción y sentimiento, con una interpretación magistral. Liluraren Kontra como homenaje a Mikel Laboa, Ikasten como recuerdo a sus inicios, la fantástica Lemak, Aingurak o el himno Oreka fueron algunos de los momentos memorables en un concierto que demuestra un estado de gracia que dura ya unos cuantos años. Infalibles.
Tras unos sorprendentes y festivos Young Fathers, lo de Bloc Party fue un esperpento. Si el cambio de formación no auguraba nada bueno, la constatación fue tremenda. Gordon Moakes era el espíritu del grupo y Matt Tong más de media banda en directo y queda bien demostrado en la actualidad. Las canciones nuevas no contienen ningún interés y la reinterpretación de las antiguas son lamentables, sin técnica ni emoción. Y encima, ni siquiera lo realizan de manera entretenida. Y eso que cuentan con materia prima (Banquet, Helicopter…) de una calidad incuestionable. El horror.
Sábado 3 de septiembre.
Neuman no contó con la conexión necesaria para bordar su hora de directo y tampoco ayudó el deficiente sonido. Con formación renovada (él, su asombrosa colección de guitarras, acompañado de batería y teclados) salvó el concierto en el tramo final. Nuria Graham, con temple nervioso, presentó su debut “Bird Eyes” (2015) entre el dream-pop y el folk de un Nick Drake electrificado. Gran interpretación vocal.
Cat Power era una de las grandes atracciones del festival y a pesar del imprevisto de llegar sin banda por problemas de visados y viajes, Chan Marshall utilizó exclusivamente guitarra, piano y su voz para lograr cotas de intensidad y emotividad altísimas. Entre versiones y temas propios (una sublime The Greatest) asistimos a un bellísimo concierto. Y de la caricia al puñetazo de Yellow Big Machine. Pogos, vallas volcadas, melodías bajo capas de distorsión, actitud sobre las tablas y un viaje al pasado de los conciertos de hardcore e indie-rock con un prisma totalmente actual. Bravo por poder vivir del tirón estas dos expresiones artísticas tan diferentes y a la vez tan cercanas en cuanto a emoción musical pura.
Hace tres años, también en el escenario principal, Belako ya realizaron un concierto espléndido en la gira de su primer trabajo y esta vez les tocó repetir, con un disco y dos EPs más en su haber. Comenzaron por Aarean Bez, alterando el orden del repertorio de la actual gira, demostraron que también funciona. Una puesta en escena bien pensada, con monitores que subrayan la alineación a cuatro, fueron desgranando sin ningún altibajo Fire Alarm, Haunted House, Zaldi Baltza… triunfadores.
Como cierre, los siempre bailables !!! montaron una auténtica fiesta a base de ritmo endiablado y un pletórico Nic Offer, acompañado en esta ocasión a las voces por Shannon Funchess.
El Kutxa Kultur siempre ha sido una genial fiesta musical. No debe empañarse, tras buenas experiencias previas con fallos extramusicales.
Lugar: Monte Igeldo (Donostia)
Fecha del evento: 02 de septiembre de 2016
Texto: ruben
Fotografía: Oscar Alonso