Primera visita de estos chavalotes provenientes de Columbia que le dan al blues del Delta con mucha energía y con buenas dosis de rock’n’roll de alto octanaje pero que también se dejan llevar por el soul quita penas que te redime de todos los pecados para dar forma a un explosivo coctel que garantiza un buen meneo para el cuerpo y un despeje metal por una buena temporada. El último disco publicado “Chillicothe Fireball” data del 2014 y parece que ya está apuntó de caer el nuevo.
El concierto es en la parte de arriba del Antzoki con una entrada bastante discreta. El buen tiempo igual no ayuda mucho para que la gente se quiera meter en sitios cerrados y prefiera las terracitas. Puntuales aparece en el escenario el trio calavera. John Randall a la guitarra/voz y la slide, Andy Rehm a la batería/voz y Kellie Everett/voz al saxofón barítono. En disco ya se deja entrever lo que te puedes encontrar pero hay que verlo para creerlo. El grupo es un torbellino sónico cuando aparece en escena la slide que echa fuego en todo momento e invita al desmadre sin fin. Es tal la bulla que mete que ves a Kellie soplar el saxofón pero no sabes si suena o no. En este sentido se asemejan a los Left Lane Cruiser pero a diferencia de estos los Hooten Hallers tienen más colores en la paleta. El toque del saxofón hace las canciones con más cuerpo y se disfruta de lo lindo. Combinan los momentos más acelerados con las canciones más lentas pero intensas que te llevan a cualquier tugurio a orillas del Mississippi sentado a la barra pinplandote una botella de Bourbon para olvidarte de todo. Son estos momentos donde los tíos te desmontan y te dejan patidifuso. Se dejan el alma en la canción. John las canta como si no hubiese mañana y le complementa Andy de tal manera junto con la voz de Kellie que parece que estas ante el coro de una iglesia del profundo Sur americano. Porque Andy no es un batera que se limite a marcar el ritmo sino que le da a las canciones el tempo adecuado, el toque justo para marcar la pauta cuando la canción queda pendiente del arranque del resto del grupo. Y a las voces se sale. Entre el sudor y la pasión que denota hay momentos que parece que entra en trance. Parece como si de pequeños les pusieron a cantar en la iglesia de su pueblo y al crecer descubrieron a los Dead Kennedys ó GG. Allen y al formar un grupo decidieron juntas esas experiencias.
Entre esos momentos de ritmo salvaje están “16 Tones”, “Leave Me Alone” ó “Monkeyhead”. Temas de alto voltaje y que si la cosa hubiera sido como tiene que ser y la sala estaría petada nos harían sudar la gota gorda. Pero donde el concierto marca la diferencia y te preguntas que ha pasado?, esto es cierto?, es en la interpretación del tema “Tonite, He’s On Death Row”. Algo sobrenatural. Después de eso pasan los temas pero sigues pensando en el tema en cuestión. No te lo quitas de la cabeza. Sabes que has visto algo que no pasa en todos los conciertos. Entrega y sentimiento a raudales que lo transmiten a la parroquia y va directa a tus cinco sentidos. Se ve, se oye, se palpa, hasta se huele y todo ello te gusta. Otro tema que tampoco se queda corto es ”Scrappers Lament”. Una gozada. Seguro que Tom Waits se tomaría unos tragos con estos tíos. Acaban con una interpretación de “Rhythm n’ Blues” que es para enmarcar. Somos pocos pero la ovación dura un rato largo. Los tíos parecen que dan por acabado el bolo al bajar del escenario pero nos colocan a todos en círculo y a capella interpretan un tema en plan espiritual que hacen que las palmas echen chispas y que nos invitan a acompañar en los coros.
Grupos como estos hacen que el rock siga vivito y coleando. Pero a la próxima acudir a la cita. No os vais a arrepentir.
Lugar: Kafe Antzokia (Bilbao)
Fecha del evento: 25 de junio de 2015
Texto: Antonio Lopez